hay muchos y muy distintos venenos que se van destilando discretamente al interior de tus entrañas.

son minúsculas gotas, invisibles al ojo humano, que flotan en el aire que respiras, dormitan en los objetos que te rodean, esperando por tu llegada, esperando ese huésped generoso que les nutra con sus fluidos vitales, que les cebe y engorde, que les ofrezca calor y refugio.

a cambio de tu generosidad se llevarán tu salud y finalmente tu vida.

te convertirán en un fantasma, un recuerdo, algo que fue y se extinguió, algo que ya no disfruta, no tose, no jode, no come ni vomita lo comido, no respira ni ríe. en resumen, un puto cadáver, un pedazo de carne muerta, y quizá unos minutos en el recuerdo de quienes te conocieron.

vas a morir. voy a morir.

me preocupa quedarme solo. no tener a nadie con el que compartir... y no hace falta explicar más.

íntegra y totalmente solo. ya me pasó en una época de mi vida y no me gustaría que volviese a suceder.

mi trabajo está (por casualidad) en una zona residencial de la ciudad, cerca de una de sus urbanizaciones más caras.

suelo ir a una playa nudista en el otro extremo de la ciudad, una zona humilde.

a lo largo de varios días de este verano tan cambiante, he podido observar que el radiante sol que caldea a los ricos, al aproximarse a la "otra zona" desaparece tras las nubes.

y resulta que esto no es casual, sino que el dueño del dinero sabe que ésta es la costa buena, y se establece en ella. y la otra, más inestable, queda para los pobres.

me parece (se me antoja) un símbolo, de cómo el dinero (o cualquier otra forma de poder) se apropia de todo lo bueno y excluye al resto de su disfrute.

llevado a lo social resulta perverso. hace que la injusticia esté presente en cada detalle de la existencia.